miércoles, septiembre 20, 2006

Siento una Tristeza tan Profunda en mi Alma..



Mi corazón está partido, el dolor es muy grande, aquellos niños de Haití.... ¡¡Qué tristeza me embarga!! Su soledad, su inocencia, su orfandad.... Su abandono en asilos donde crecerán sin padres... ¡¡Qué tremendo saber que de no poder alimentarlos sus padres optan por tirarlos a los basureros..!!, y sin la menor inconveniencia, sabiendo que tienen escasos días de nacidos.....No hay palabras que puedan traspasar los límites de mi inconformidad, mi gran impotencia de verlos a través de una pantalla y no poder hacer algo por ellos.... Es tal la cantidad de niños huérfanos sin cariño ni protección......que sólo Dios sabe quién tendrá la fortuna de poder tenerlos con uno... Pero la realidad es muy distinta de la que uno quisiera, si fuera fácil, ¡Cuántos niños estarían felices con sus padres adoptivos!.....pero la burocracia nunca ha sido fácil ni rápida, trámites largos y engorrosos que quizás nunca llegarán a un final feliz.
Espero que ellos, en algún lugar de cada corazoncito tengan un trocito de felicidad escondida y atesorada como el valioso alimento del cual están casi exentos.




"Los Niños de Haití" (Unicef)


Los niños de Haití se dan con la mano en la barriga.
Su gesto dice "tienen hambre", a los extranjeros por las calles de Puerto Príncipe y en las carreteras del país.

"¡Ieiê, ieiê, ieiè!" Gritan, cantan, agradecen los niños de Haití,
con sus ojos brillantes de alegría,
cuando los soldados brasileños les tiran paquetes de comida,
en el convoy que se va a Gonaives,
pueblo destruido por el huracán Jeanne.

Los niños de Haití no tienen nada para comer en Cité Aux-Cayes,
ni en otros suburbios.
Hay gente que come tan sólo una vez al mes
–lo dice el senador Gérard Gilles, médico cirujano-.

Los miserables, mas de la mitad de la población,
viven como cerdos, o peor…
Hay gente que revuelve la tierra para encontrar nutrientes.

Los niños de Haití dejan salir sus voces en la capilla de las Misioneras de la Caridad
cantando, haciendo oraciones en creole, la lengua nacional, bendiciendo el Evangelio.
Las caras bonitas, la sonrisa abierta, el cuerpo balanceándose al sonido de tambores y atabaques.

Hay quinientos niños en la escuela y ciento ciencuenta bebés en la guardería,
todos desnutridos pero las misioneras los salvan.

Los niños de Haití juegan a la pelota en las calles,
ayudan a sus padres en el trabajo del mercadillo,
fabrican carbón en sus patios,
se duchan en los sucios arroyos llenos de porquería, basura y aguas negras.

Pero… en las escuelas de Haití entran y salen con ruidosa alegría, contentos,
al igual que los niños de cualquier lugar del mundo.
Los niños, con sus camisas blancas impecables.
Las niñas, con sus cintas coloridas en los cabellos.